LA VENGANZA DE DON MENDO


Pedro Muñoz Seca (1881-1936) es autor de unas trescientas comedias, la mayoría de las cuales tuvieron un gran éxito de público ya en el momento de su estreno. Durante años fue el autor teatral más aplaudido y respetado de España y muy pronto fue identificado con un nuevo género: el astracán.

Erróneamente se suele identificar el astracán (o la astracanada) con la vulgaridad escénica o de lenguaje. Pero, en realidad, el astracán, además de perseguir hacer reír al público, se complace en la presentación desnuda y sin embudos del convencionalismo escénico y argumental. Y es esto lo que sitúa el género en el polo opuesto del romanticismo y le permite abrir nuevas posibilidades estéticas, a la vez que da al espectador la oportunidad de distanciarse de la obra, verla más objetivada y, en este caso, bajo la óptica de la comicidad.

Al contrario, la obra se asienta sobre dos grandes tradiciones: la del teatro en verso y la de la parodia. Y ello exige un lenguaje sólido con una mezcla inteligente y astuta de diferentes estadios sincrónicos de la lengua española, una capacidad para evocar los recursos de la versificación tradicional y adornarla de paronomasias, que tanto pueden jugar con los elementos sonoros de las palabras como con lo que significan. La venganza de Don Mendo es una comedia; pero está construida a partir de estos sólidos fundamentos que acabamos de senyalar y sobretodo está construída con un gran instinto teatral. No es una obra, como algunos podrían pensar, destinada a compañías de aficionados. Como todas las obras que funcionan sobre el escenario, exige lo mismo que exigen las buenas comedias de la historia del teatro: un buen conocimiento del medio y un buen conocimiento de los recursos verbales que son su soporte.

Salvador Oliva


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